jueves,
12
de

La inteligencia de los hijos



Todos aquellos que son madres o padres, tías o tíos, abuelas o abuelos, suelen sentir una tremenda "chochera" por sus niños si éstos son aparentemente inteligentes. ¿Y cómo se ve si un niño es inteligente o no? Generalmente uno lo nota desde la más tierna infancia del bebé, cuando éste se muestra atento a su entorno, cuando se esfuerza por relacionarse con su medio y tomar objetos a su alcance, cuando intenta comunicarse con su madre o cuidadores y esboza sonrisas y ruiditos, o cuando llora de aburrimiento si no existen mayores estímulos en sus rutinas diarias, etc. Un niño inteligente se hace notar.

Cuando ya están más grandes y pueden expresarse con palabras tienen muchas preguntas, quieren saberlo todo, se esfuerzan por conversar y ser escuchados, aprenden a valorar los libros y los dibujos, inventan juegos, ponen sus propias reglas en los juegos, les gusta experimentar con objetos cotidianos, se pueden entretener largos ratos por su cuenta sin la necesidad que la mamá o alguien más los entretenga. Básicamente exploran y descubren el mundo con interés y fascinación.

¿Y qué pasa si el niño no es así?

Habría que estar atentos a niños muy pasivos, que son "como fotos", que se quedan sentados y si nadie los mueve, ellos tampoco lo hacen. A niños que nunca preguntan nada, pero que tampoco son capaces de entretenerse solitos. A niños que sólo les gusta ver tele todo el día...

Cuando se tienen dudas de las capacidades o del desarrollo del niño, nada mejor que salir de dudas y hacerle una evaluación. Si todo sale bien, no sería necesario hacer nada distinto a lo que se ha venido haciendo con respecto a su educación. Pero si algo no está bién y presenta alguna falta de desarrollo en alguna área o función evaluada, conviene llevar a cabo algún plan de estimulación sobre ella pues es a esta edad en que mejor resultados dan todos los programas de estimulación de la inteligencia (estimulación cognitiva). El niño está en permanente desarrollo y su cerebro en crecimiento es muy moldeable y flexible y se pueden establecer mucho más facilmente nuevas conexiones neuronales -en resumen, la capacidad de utilizar todas las zonas y funciones de cerebro- que cuando un adulto se somete a este mismo proceso de estimulación. Las experiencias de los niños son los que los hacen "más inteligentes". Se podría decir que a mayor variedad de experiencias sensoriales (visuales, acústicas, tactiles, etc.) y a mayor variedad de estímulos de aprendizajes, -considerando siempre sus ritmos para no sobreexigirlos, no olvidemos que los niños como mejor aprenden es JUGANDO-; se puede potenciar y aprovechar al máximo sus nacientes capacidades.

En este proceso también se debe considerar el trato o la relación que se establece con ellos en este aspecto. Es decir, tratarlos siempre como niños inteligentes, que son capaces de aprender y lograr objetivos, de alcanzar metas. Hacerles sentir que pueden ser autónomos, útiles e ingeniosos, que aunque aprendan más lento o distinto a los demás, igual aprenden y pueden hacer muchas cosas interesantes y novedosas que tal vez otros no puedan o sepan hacer...

A los niños nunca hay que decirles que son tontos o lesos, o que son estúpidos o que tienen "poca cabeza", porque lamentablemente esos comentarios los hunden más y no sirven para desarrollarles su autoestima en forma positiva, tan necesaria para ser felices y aprender. Y aún en los casos más difíciles, cuando el niño claramente se manifiesta con escaso desarrollo cognitivo, no se debe perder la esperanza que con el amor y apoyo incondicional de sus padres y familiares, podrá llegar a ser un adulto feliz y hasta útil también a la sociedad, ya que ¡siempre habrá algo que pueda hacer y que lo haga sentir bien, ¿no?!

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